El movimiento sacro: del templo físico al reino cibernético. Parte 2


Por: Martin Leonhardt




¿Estamos al borde de una nueva era donde religión y tecnología convergen en una suerte de "cibermisticismo"? Conozcamos a los ocultistas del siglo XXI: Electro-chamanes y clérigos del código binario en búsqueda de la liberación del sufrimiento y la impotencia inherentes al plano material. El ciberespacio es el templo moderno... Con dichas preguntas y afirmaciones se inicia este ensayo, del cual pueden leer la primer parte aquí. Ahora, seguimos con el desarrollo en la segunda parte.


El ciberespacio y la realidad virtual



"El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de operadores legítimos, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña conceptos matemáticos...una representación gráfica de datos abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja..." - W. Gibson, “Neuromancer”, 1984


Así comienza la célebre novela de ciencia ficción de los años ochenta escrita por William Gibson, donde el término "ciberespacio" es acuñado por primera vez. Esta historia se sitúa en un futuro distópico, donde las mega-corporaciones mantienen bajo control al estado y a sus ciudadanos, alentando una cultura basada en el consumismo desenfrenado y una completa dependencia de la tecnología informática. Dentro de este mundo, aquellos individuos que buscan resistir a los agentes del control lo hacen sumergiéndose en la liberación y el anonimato provisto por el ciberespacio: un universo virtual paralelo donde no rigen las leyes ni los límites de la realidad física. Treinta años después de su publicación encontramos que el panorama descripto en la obra de Gibson no dista mucho del mundo actual en el que vivimos.
Las posibilidades abiertas por la revolución digital tienen un alcance inmensurable. Citando al psiconauta Terence McKenna: “todo se hará realidad en el ciberespacio. Esa es la idea. Lo que el ciberespacio es, en cierto nivel, es simplemente la imaginación humana vivificada, cableada” (McKenna, 1998). La apoteosis de la “imaginación humana vivificada” puede posiblemente ubicarse en los juegos del género MMO (Massive Multiplayer Online); estas maravillas modernas nos ofrecen un universo virtual alternativo, un mundo completamente diferente donde las reglas son mucho más maleables que las leyes del mundo físico, donde incluso la muerte pasa a ser una molestia ocasional capaz de ser revertida con un par de clics del mouse. Cada jugador crea uno o más personajes (a cuales también se los llama con el nombre más místico de “avatar”) y se sumergen en, literalmente, otro mundo. Están en otro lugar, sus sentidos siendo continuamente alimentados con información de ese universo paralelo, de esa realidad virtual.

El fenómeno de cibergnosis como forma de transhumanismo esotérico



“Piensen en algunos de los atributos tradicionales de la palabra ‘espiritual’: mítico, mágico, etéreo, incorpóreo, intangible, no-material, desencarnado, ideal, platónico. ¿No es esta una definición de lo electrónico-digital?...estos reinos ‘espirituales’, imaginados a través de los siglos, pueden hoy, quizás, ser alcanzados.” - T. Leary & M. Horowitz, “Caos y cibercultura”, 1994


¿De qué estamos hablando aquí? ¿Es esto religión o es tecnología? Estas preguntas no le hacen justicia a la naturaleza de semejante fenómeno. El planteo de Leary epitomiza un complejo fenómeno discursivo actual, formado por elementos epistemológicos y culturales que se resisten a ser reducidos y etiquetados como cuestiones estrictamente de fe o de ciencia. Leary llama a este fenómeno “cibergnosis”, una nueva representación del concepto de “gnosis”. No me refiero a la idea de gnosis como era entendida en la Grecia antigua, sino a la concepción moderna –derivada del ocultismo occidental del siglo XIX (Villalba, 2014)- de estados gnósticos: experiencias personales de revelación espiritual que no pueden ser transmitidas a través del lenguaje (haciendo uso de la razón) ni a través de una autoridad superior (por medio de la fe). Estas revelaciones personales pueden intentar ser descriptas como estados de sublime exaltación y despertar espiritual, de comunión con la inmensidad divina…sin embargo su verdadera naturaleza se mantiene estrictamente ligada al ámbito de la experiencia, resistiendo cualquier intento de ser puesta en palabras. Es justamente esta intransigencia con respecto al discurso lo que, a los ojos de los académicos, desacredita toda vivencia trascendental, desestimándola –en el mejor de los casos- como extravagancia literaria.
Los ocultistas del siglo XIX buscaban alcanzar trances gnósticos por medio del consumo de sustancias alucinógenas acompañadas de técnicas introspectivas (especialmente la práctica de la meditación y la recitación de mantras). Estos ejercicios se popularizaron en ciertos círculos intelectuales en los años ‘60, promovidos por el lubricante psíquico que probó ser el LSD dentro de la contracultura hippie. Iniciado el nuevo milenio y en plena revolución digital, nos encontramos con que “la PC es el LSD de los ‘90” (Leary, 1994); el sentimiento de disolución yoica y liberación corporal provisto por la sustancia química es descripta por Leary como similar a la experiencia de transitar el universo electro-digital ofrecido por la computadora al navegar por el ciberespacio. Este es el significado de cibergnosis: liberación espiritual a través de artificios digitales, tecnología de avanzada al servicio de la añoranza religiosa más virtuosa y antigua. ¿Y por qué no pensar en la posibilidad de perpetuar el éxtasis efímero del trance cibergnóstico? La agenda transhumanista halló aquí la esperanza de subvertir el orden natural y tomar control de la evolución para así elevar al humano al ideal religioso por excelencia: la existencia despojada de las limitaciones del cuerpo. ¿Podrá la tecnología eventualmente permitirnos cargar nuestras conciencias individuales a la red mundial de ordenadores? Alcanzar la inmortalidad por medio de la transmutación de la carne en clústeres de bits, vibrando a través de la atmósfera y viajando a la velocidad de la luz, como dioses eléctricos…


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